martes, 2 de agosto de 2011

Pastor Otoniel Font-La Promesa de Sanidad para tu Familia

La enfermedad acorta el destino que Dios tiene para ti. Si una familia completa pudiera reclamar la sanidad de Dios para su vida, no solo evitaría que su destino fuera limitado, sino que   alcanzaría lo que Dios tiene para ellos.
Para tú poder ser sano y vivir una vida de sanidad, tú tienes que entender que lo que estas pasando en el día de hoy, no va a terminar con tu vida y que Dios puede cambiarlo. Lo que te  está atacando hoy tú tienes que verlo vencido primero, antes que tú te veas vencido, por lo que te está pasando. Tú tienes que ver que eso que quiere acortar tu vida,  tú lo ha vencido a través de la cruz del calvario.
Uno de los errores que cometemos es no entender y no comprender que el Dios al que nosotros le servimos, es un Dios que habla y es un Dios que escucha. Una de las excusas que muchas personas dicen es que si Dios conoce mis problemas para que yo se lo tengo que decir.
Lamentablemente perdemos de vista que no es tan solo el hecho de hablar, lo que provoca un milagro en nosotros, sino el peligro de callar. Siempre se habla del poder de la confesión pero hay que ver el peligro de callar. El callar el pecado, el esconder el pecado, el remordimiento, la culpa, la condenación es evidencia de que quien escribió (Salmos 32) conoció a Dios. Una persona que no conoce a Dios, no siente ningún remordimiento por haberle fallado. Una persona que acepta a Cristo como su Señor y su Salvador está marcada para siempre, porque jamás vuelve a ser la misma persona. Esto no quiere decir que no va a pecar o fallar sino que en su conciencia va a decir: “hay algo que tengo que cambiar”.
No se trata del poder de tus palabras sino del peligro de callar. ¿Cuántas cosas han ocurrido en tu vida y en tu casa porque simplemente no has hablado? Una de las cosas que más trae enfermedad a la vida de una persona es no declarar correctamente lo que hay en su vida y simplemente gemir y quejarse. Si hay algo que enferma el alma es la queja y el gemir.
En Salmos 32, está hablando en referencia del pecado que había cometido y que Dios conocía. Definitivamente la paga del pecado es muerte y más cuando guardamos silencio y no te paras delante de Dios con verdadero arrepentimiento y no permites que su gracia y misericordia inunde tu vida.
Encubrir los pecados y esconderlos te envejece. Tú puedes ver como personas han envejecido, por la sencilla razón de esconder y callar sus pecados. No se atreven hablar y aceptar que necesitan perdón. También tienes que ver todas aquellas cargas que tu llevas que no te corresponden, de las cuales serás libre si tan solo clamas a Dios y hablas con Él.
Mientras más tus gimes más te envejeces. Mientras más te quejas más te envejeces. El gemir comienza a consumir y envejecer tus huesos. Los huesos te dan firmeza, los huesos te mantienen solido y son la parte más fuerte de tu estructura corporal. El desgate de los huesos sucede poco a poco sin darte cuenta, cuando cargas con grandes pesos, culpabilidades y condenaciones en tu vida.
Dios no tiene problema con tus pecados, porque él los limpio en la cruz del calvario. Lo que él no puede limpiar son tus quejas.  Si algo no puede cambiar Dios es la actitud de gemir y  murmuración. En Números 17 dice “Yo quiero terminar toda controversia en la vida de esta gente porque el que se queja se muere”. El que se queja se desconecta y el que se desconecta se muere.
Mucha gente no se da cuenta que su gemir no es lo que conmueve a Dios sino que te enferma a ti y a todo el que te rodea.  No son tus lagrimas las que conmueve a Dios,  no es tu gemir lo que conmueve a Dios. Es tu fe lo que conmueve a Dios. Que en medio de la fe se llora Si, que en medio de la fe se clama, no se queja. Utilizo estos versos para mostrarte un principio; no es tan solo el poder de lo que hablas es lo que callas y lo que escondes detrás del gemir, lo que envejece tus huesos, lo que envejece a tu familia, lo que hace que llegue enfermedad, dolor, amargura a tus hijos y nietos. Sin darte cuenta vas consumiendo tus huesos y tú estructura, la fortaleza en tu vida.
El salmista dijo “cuando hablé, cuando dije”. Porque el Dios al que tú y yo le servimos es un Dios que habla y tus huesos y tu vida, todo tu ser, se hizo porque alguien habló. Tu eres una Palabra hablada de Dios, por lo tanto la manera de corregir tu vida no es lamentandote; es hablando y declarando. Por esta razón es que en Proverbios 18:21 dice que “La muerte y la vida están en poder de la lengua…”, en lo que tu confiesas, declaras, lo que tú dices se encuentra el secreto para escoger vida y no muerte.
El problema es que en vez de hablar, callamos. Pensamos que estamos hablando pero muchas veces lo que estamos es gimiendo. Dios quiere darte la oportunidad de ver el destino final de tu familia y tienes que tener cuidado con dos cosas:
Con lo que callas, con lo que encubres, con lo que escondes y no lo hablas y no lo dices. Que llegues a pensar que el quejarte y el gemir es una declaración o que simplemente con eso se resolvió el problema.
La vida de tu cuerpo, todo tu ser están en las palabras que tú declares. Si hoy por la razón que sea, tu vida se ve como se veía el valle de los huesos secos, tú tienes que hablarle a los huesos secos, a toda tu vida y comenzar a declarar la Palabra del Señor. Usa tu boca para declarar vida. La promesa de Dios es que morirás en buena vejez y que tus ojos no se tienen que apagar hasta que vean lo que él, te prometió a ti y tu familia. Dios puede cumplir esta y todas sus promesas a tu vida. Si tú eres capaz de hablar palabras de vida, lo último que verán tus ojos es la realización de tus sueños.
La vejez no terminará contigo mientras tú hables. El hablar es una señal de madurez, de arrepentimiento.
Mensaje predicado el Domingo, 19 de Junio del 2011 PM

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